jueves, 17 de noviembre de 2011

LA POESIA EN LA ACTUALIDAD

La poesía tal como lo definía Vicente Huidobro, es la suprema construcción del espíritu humano y es algo así como el símbolo de todas las facultades, de todos los anhelos, de todas las energías y de las expresiones más profundas de la vida del hombre. Esta dulce manifestación de los sentimientos del hombre se encuentra en la actualidad, extraviada, confusa, frente a los extraños acontecimientos sociales de nuestro viejo mundo. La poesía, heredera de este tiempo de incertidumbre, no puede dar verdades últimas ni un “por fin” definitivo. Se abre al fragmento contra el sistema globalitario cerrado; se une a la conjetura contra la certeza total. De allí que sea una garantía de libertad para el pensamiento creativo, el cual siempre estará a la expectativa de encontrar otras rutas y posibilidades. La poesía se balancea en una cuerda indolente que cautivada por la expectativa de la caída o por la capacidad, trata de llegar a una nueva cúspide. Con espíritu de ingenioso malabarista, la poesía camina a tientas, siendo seducida por prestigiosas editoriales que en vez se salvarla, se ve excluida de los grandes auditorios. No sólo las editoriales, hasta los mismos lectores, se están olvidando de la máxima expresión del alma. Su mismo universo estético cambia, con un fantasma apocalíptico que viene rompiendo fronteras, trayendo consigo nuevas producciones novelísticas y dejando arrinconadas a la máxima expresión del hombre: la poesía. Pero ésta no se queda atrás, asolada por el viento recio de las novelas que quieren desplazarla, sino se muestra enérgica, transparente y se incorpora lentamente para enfrentarse a ella misma. Desde el umbral de voces y silencios callados, integra sus géneros, se enriquece con las sensaciones novedosas de este tiempo y busca un lugar en medio del desguarnecida atmósfera. La poesía está siendo bloqueada por todo el arte actual, por los mismos regímenes lingüísticos. Las guerras de la actual poesía quizá estén en otros campos, en otros frentes, en otros territorios. La evaporación del sentido histórico, la desublimación de la memoria creadora, llevan a pensar en una poesía hecha para una sociedad civil global virtual, es decir, para ciudadanos consumidores virtuales, cuya memoria sólo sirve para el olvido, el instante. El poeta convertido en héroe, que dejaba su rastro sobre la tierra, se muestra como un vate que no desea heredar las pesadas cargas del tiempo y que retoza sobre su tradición con felicidad inestable, sin angustia alguna. Todas las grandes rocas históricas quedan convertidas en un archivo museístico; se contemplan como objetos exóticos, o se reutilizan para provocar una espectacularidad efímera, pierde su fuerza provocadora y sus peligros. El poeta virtualizado ya no necesita pregones ni manifiestos para legitimar la acción. Su intención no está en aclarar qué es o no arte. Sin consumirse, se ha despreocupado del esencialismo y de los fundamentos últimos de lo poético como formas necesarias para la vida. Agotados los tiempos de la autoconciencia artística filosófica y otras actitudes que rondan su espacio, creemos que la poesìa todavía sobrevivirá en medio de la tormenta, pero es menester cambiar su antigua armadura por actitudes nuevas, analíticas y certeras, para ver si tal vez con nuevas estratagemas renazca como el Caballo de Troya para vivir mañana. La poesía, como formación constante del asombro y sin miedo ante los senderos misteriosos que recorre, está dispuesta siempre a cambiar de piel, pero sin dejar abandonado el cuerpo en el campo de combate. Estamos seguros que no se dará por vencida, de allí su gallardía invencible y eterna que lo mantiene inmortal.

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