a ocultarme bajo el lecho de oscura soledad,
enfermo de amor y sin remedio alguno,
abandonado por el mundo y la misma nada.
El sueño llama a mis ojos cada tarde,
como queriendo ocultarme en el silencio;
todo se acaba con el caer del sol,
cuando cierro los ojos sin palabras.
En la mañana tu rostro sonriente anima mis días,
me sorprendes con un beso y me regalas tu canto;
pero en las tardes me guardas muy temprano,
en la misma sepultura para nuevas muertes.
Me consumo en vida, sin querer me marchito,
como lisonja sedienta en desierto blanco,
bajo el sol y la tétrica mirada de mis enemigos
en noches de tinieblas, sin alguna esperanza.
Siento mi cuerpo dormido en la tumba fría,
cerca de Dios y abandonado por los hombres;
te llamo mil veces y no sales a mi encuentro,
mi voz no te toca ni el eco responde.
Pero en la mañana el sol de nuevo se levanta,
evito mirarte para apaciguar mis dolores,
me incorporo lentamente para respirar vida
pero al no verte mi cuerpo vuelve al lodo,
Allí todo recuerdo yacen olvidados,
y el alma descansa en amargo llanto,
ni un rayo de luz ni un soplo de vida,
en oscura soledad se pierde todo.
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